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lunes, 11 de julio de 2016

El Papa Francisco en Armenia: memoria-fe-misericordia

Serafín Coste Polanco

En el reciente viaje apostólico de nuestro Papa Francisco a Armenia, 24-26 de junio, dejó  su mensaje para un país que ha sufrido el dolor, la guerra, el odio,  la muerte y la destrucción.                 

Un mensaje desde su caminar pausado, un pulmón menos, sus palabras suaves y respetuosas, pero presencia que hace eco en la humanidad que espera, confía y trabaja, por un mundo donde reine el respeto a cada persona y se enarbole la dignidad humana.
    
En su homilía en la Santa Eucaristía en Gyumri, ante una plaza repleta de personas que participaron en respeto y devoción, nuestro Papa entrelazó tres gracias, expresando que permitamos que la ternura del Señor siga iluminando nuestros corazones desde la alegría que solamente el Señor Jesús nos puede ofrecer.
    
Nos invitó a construir sobre las ruinas. Construir desde el reconocer tantos bienes recibidos y agradecer por la capacidad de reconstruir en lo destruido por el odio y la guerra. Pero el reconstruir tiene sentido cuando es la respuesta a la voluntad del Señor, a lo que el Señor quiere que reconstruyamos.
    
El Papa francisco propone tres bases para esa reconstrucción: 
   
 1. La memoria. Entonces nos invita a recuperar la memoria de todo lo que el Señor ha hecho por nosotros. El Señor nos ha elegido, amado, perdonado.     A recordar y reconocer las huellas del Señor en nuestra vida personal, familiar, en la historia de nuestros países. Memoria que nos recuerda esas huellas de la Bondad en los antepasados, en los sabios, en los cantos, salmos, en el estudio, trabajo, en personas que han dado su tiempo, recursos,… por una nación donde es posible la vida de cada persona. Las gracias que nos ha dado la fe en Cristo, que es aliento para todos nosotros.  
    
2. La fe. Relegar la fe de la memoria histórica, la vida pierde la belleza, la apertura y la fuerza transformadora. Es la gracia que hace nuevo cada día, cada acontecimiento  e ilumina cada situación de la existencia. Es que Jesús nos conoce, nos ama y quiere que vivamos desde la libertad, la justicia y el amor. 
    
3. El amor misericordioso. Nuestra vida debe fundamentarse en la roca de la misericordia porque el rostro de la Iglesia se rejuvenece viviendo la caridad. Desde la misericordia estamos convocados a construir y reconstruir caminos de comunión, a  construir puentes de unión que entrelacen las barreras que nos separan. Puentes de llevar la buena noticia a los pobres y a curar tantos corazones desgarrados. Es que Dios habita en el corazón que ama. Y la luz de la misericordia nunca será oscurecida por las  tinieblas de la rabia.

El Papa vuelve a invitarnos a pedir el don de “NUNCA CANSARNOS DE AMAR”.


Serafín Coste Polanco

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