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martes, 7 de junio de 2016

Bienaventurado el que va por ese camino del perdón.

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Evangelio según San Mateo 5,1-12

Las bienaventuranzas: Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: “Bienaventurados los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados. Bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Bienaventurados los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Bienaventurados ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.” Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco

Jesús nos indica el programa de vida, la identidad de los cristianos, yendo contracorriente con respecto a lo que se suele hacer en el mundo. Felices, Bienaventurados los pobres.
Pero el mundo nos dice: la alegría, la felicidad, la diversión, eso es lo lindo de la vida. E ignora, mira hacia otro lado cuando hay problemas de enfermedad, problemas de dolor en la familia. El mundo no quiere llorar, prefiere ignorar las situaciones dolorosas, taparlas. Sólo la persona que ve las cosas como son y llora en su corazón es feliz y será consolada.El consuelo de Jesús, no el del mundo.
Bienaventurados los mansos en este mundo que desde el comienzo es un mundo de guerras, un mundo donde se pelea por todas partes, donde en todo lugar hay odio. Y Jesús dice: nada de guerras, nada de odio, paz, mansedumbre. Si soy manso en la vida, pensarán que soy un necio, que piensen lo que quieran, los mansos heredarán la Tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados, tantas injusticias, que son producto de la corrupción, de los compinches de la corrupción, de la política del negocio por encima de todo. Y Jesús nos recuerda que son Bienaventurados los que luchan contra estas injusticias.
Bienaventurados los misericordiosos, los que comprenden los errores de los demás, Jesús no nos dice Bienaventurados los que se vengan.
Bienaventurados los que perdonan, misericordiosos. ¡Porque todos somos un ejército de perdonados! Y por ello es Bienaventurado el que va por ese camino del perdón.
Bienaventurados los que tienen el corazón puro, sencillo, puro sin malezas, un corazón que sabe amar con esa pureza tan linda.
Bienaventurados los que trabajan por la paz. ¡Pero es tan común entre nosotros ser trabajadores por guerras o al menos trabajadores de malentendidos! Cuando oigo algo de éste y voy y se lo digo, con una versión ampliada … El mundo de los chismes. Esta gente que chismea no trabaja por la paz, es enemiga de la paz. No son bienaventurados.
«Pocas palabras, palabras sencillas pero prácticas para todos, porque el cristianismo es una religión práctica: no para pensarla sino para practicarla. Hoy, si tienen un poco de tiempo en casa, tomen el Evangelio, el Evangelio de Mateo, capítulo quinto, al comienzo están estas Bienaventuranzas; en el capítulo 25 las otras. Les hará bien leerlo, una, dos, tres veces. Pero leer esto, que es el programa de santidad. ¡Que el Señor nos de la gracia de comprender este mensaje suyo!. (Homilía en Santa Marta, 09 de Junio de 2014)

Diálogo con Jesús

Señor mío, Tú que me quieres feliz, alegre y contento, me has dejado un programa de vida para encontrar el camino de la felicidad: Las Bienaventuranzas. Tú, que siendo el todopoderoso, te hiciste manso y humilde para dar consuelo a los afligidos, para derramar tu misericordia sobre todos, sobre todo con los más débiles y con eso trazarnos la ruta a seguir para encontrar la dicha. Quiero abrir mi corazón de par en par y permitir que habites en él para que me guíes y me hagas entender que debo vivir un espíritu fraterno de caridad, entender la profundidad de tus palabras, que debo ir contra una sociedad que define la felicidad como una meta donde debo tener muchos logros, mucho dinero, bienes, ocupar grandes puestos, ser exitoso, de gran belleza exterior, sin pensar que esas cosas solo esclavizan al alma y me apartan de tu amor. Dios de mi vida, todo aquel que quiera llamarse cristiano y que quiera ser uno de tus bienaventurados, debe experimentar el camino que Tú nos enseñaste, sentir tu mano que nos acompaña, tu amor que nos une, nos transforma y nos consuela. Dame la dicha de tener una brújula en mi corazón que apunte siempre a la bondad y felicidad que proviene de ese programa de vida que me has dejado. 

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