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martes, 24 de mayo de 2016

Hacer un examen de conciencia sobre cuáles son las riquezas que nos impiden acercarnos a Jesús

Evangelio según San Marcos 10,17-27

Para Dios no hay imposibles: “Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud” Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”. Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible” Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco

Cada uno de nosotros tiene sus riquezas, todos. Hay siempre una riqueza que nos impide ir hacia Jesús. Y esta se busca. Todos debemos hacer un examen de conciencia sobre cuáles son nuestras riquezas, porque nos impiden acercarnos a Jesús en el camino de la vida.
En primer lugar la cultura del bienestar, que nos hace apocados, nos hace vagos, nos hace egoístas. El bienestar nos anestesia, es una anestesia.
«No, no, más de un hijo no, porque no podemos irnos de vacaciones, no podemos ir allí, no podemos comprarnos una casa». Está bien seguir al Señor, pero hasta un cierto punto. Esto es lo que nos hace el bienestar. Todos sabemos bien como es el bienestar, pero esto nos hace arrastrarnos, nos despoja de la valentía, del coraje de ir cerca de Jesús. Esta es la primera riqueza de nuestra cultura de hoy, la cultura del bienestar.
Otra riqueza de nuestra cultura, una riqueza que nos impide ir hacia Jesús es la fascinación de lo pasajero. Nosotros estamos enamorados de lo pasajero. Las propuestas definitivas que nos hace Jesús no nos gustan. Lo pasajero nos gusta, porque tenemos miedo del tiempo de Dios que es definitivo.
Él es el Señor del tiempo, nosotros somos los señores del momento, ¿por qué? Porque en el momentos somos señores: hasta ahora sigo al Señor, después veremos… Escuché decir a uno que quería convertirse en sacerdote, pero sólo para diez años… ¡Cuántas parejas, cuántas parejas se casan, sin decirlo, pero con el corazón, el pensamiento: «hasta que el amor dure… ¡luego veremos!» La fascinación de lo pasajero: esta es una riqueza. Debemos convertirnos en señores del tiempo, reducimos el tiempo a un momento. Estas dos riquezas son las que en este momento nos impiden avanzar.
Pidamos al Señor que nos dé el coraje de seguir adelante, despojándonos de esta cultura del bienestar, con la esperanza –al final del camino, donde Él nos espera- en el tiempo. No con la pequeña esperanza del momento que no sirve de nada. Así sea.(Homilía en Santa Marta, 27 de mayo de 2013)

Diálogo con Jesús

Señor mío, Tú estás siempre dispuesto a perdonar, porque eres justo y misericordioso, y para ello pides una conversión sincera, una conversión profunda en tu amor, que significa dejar atrás todo lo que nos ata al pecado y caminar recto por tus senderos de justicia. Sólo puedo poner mi confianza en Ti, ya que sólo Tú puedes ayudar a desprenderme de los bienes terrenos, que son pasajeros, van y vienen, pero Tú te quedas, eres eterno. Tú me quieres feliz, amado mío, y aunque pareciese que es una gran exigencia tuya, lo que realmente quieres es que sea libre y esté dispuesto para el propósito para el cual me has creado: «Amar». Mi Jesús, dame voluntad para poder dominar mis pasiones y mis anhelos superficiales, que nada ni nadie, ni ninguna cosa fuera de Ti, logre dominar y encerrar mi corazón en el egoísmo. Quiero que seas Tú mi único Dios, el Dios verdadero, no el engañoso y tentador dios del dinero y de los bienes en abundancia. Tú eres lo más gran de mi vida, y eso lo demostraré invirtiendo lo mejor de mí en servirte en aquellos desposeídos, en aquellos que no les alcanza su salario para sobrevivir. Que el Espíritu de generosidad viva en mí y haga sólido mi compromiso Contigo. Te encomiendo mis proyectos, a los míos y todos aquellos con los que voy a encontrarme y servirte. Dame la voluntad para cumplir tu Palabra, quiero regirme por sobre todo aquella que has colocado en el libro de los proverbios: “Señor, no me des ni pobreza ni riqueza, dame la ración necesaria, no sea que, al sentirme satisfecho, reniegue y diga: “¿Quién es el Señor?”, o que, siendo pobre, me ponga a robar y atente contra el nombre de mi Dios” (Prov 30,8-9) ¡Amén!

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