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viernes, 6 de mayo de 2016

Evangelio según San Juan

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría. Cuando una mujer va dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que ha dado a luz, ya no se acuerda de su angustia, por la alegría de haber traído un hombre al mundo. Así también ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, se alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría. Aquel día no me preguntarán nada.” Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

Nosotros debemos decirnos la verdad: no toda la vida cristiana es una fiesta. ¡No toda! Se llora, tantas veces se llora. Cuando estás enfermo; cuando tienes un problema en tu familia con un hijo, con una hija, la esposa, el marido; cuando ves que el sueldo no alcanza hasta fin de mes y tienes un hijo enfermo; cuando ves que no puedes pagar la cuota del crédito inmobiliario de la casa y se deben ir… Tantos problemas, tantos que nosotros tenemos. Pero Jesús nos dice: «¡No tengas miedo!. Sí, estarán tristes, llorarán y también la gente se alegrará, la gente que está contra ti»”.
También hay otra tristeza, la tristeza que nos llega a todos nosotros cuando vamos por un camino que no es bueno. Cuando, por decirlo sencillamente, vamos a comprar la alegría, la alegría, esa del mundo, esa del pecado, al final hay un vacío dentro de nosotros, hay tristeza. Y ésta es la tristeza de la mala alegría. La alegría cristiana, en cambio, es alegría en esperanza, que llega.
Pero en el momento de la prueba nosotros no la vemos. Es una alegría que es purificada por las pruebas y también por las pruebas de todos los días: «su tristeza se cambiará en alegría». Pero cuando vas a lo de un enfermo o a lo de una enferma que sufre tanto es difícil decir: «¡Ánimo! ¡Coraje! ¡Mañana tendrás alegría!». ¡No, no se puede decir! Debemos hacerla sentir como la hizo sentir Jesús. También nosotros, cuando estamos precisamente en la oscuridad, que no vemos nada: «Yo sé, Señor, que esta tristeza se cambiará en alegría. ¡No sé cómo, pero lo sé!». Un acto de fe en el Señor. ¡Un acto de fe!
Para comprender la tristeza que se transforma en alegría Jesús toma el ejemplo de la mujer que da a luz: Es verdad, en el parto la mujer sufre tanto, pero después, cuando el niño está con ella, se olvida. Lo que queda, por tanto, es la alegría de Jesús, una alegría purificada. Esa es la alegría que queda. Una alegría escondida en algunos momentos de la vida, que no se siente en los momentos feos, pero que viene después, una alegría en la esperanza. Éste, por tanto, es el mensaje de la Iglesia de hoy: ¡no tener miedo!. (Homilía en Santa Marta, 30 de mayo de 2014)

Diálogo con Jesús

Jesús, Señor de mi vida, sé que Tú me has llamado a vivir en la alegría, en la felicidad, aún en medio de las pruebas, en medio de tantas dificultades, luchas y problemas. Envíame Señor tu Espíritu, para no dejarme amargar, afligir o entristecer por nada de lo que suceda en esta vida pasajera. Tomo como mía las palabras del Salmista: “El Señor está cercano a quien tiene el corazón herido” (Sal 34,19) Confío en que Tú me acompañas mi Señor. Inunda mi vida con tu Espíritu poderoso, quiero sentir tu presencia que fortalece el alma y la prepara para todo reto. Necesito de Ti. Hoy, Tú quieres hacerme feliz y yo también lo deseo. Te entrego todas las situaciones por las que estoy atravesando, esas que me crean angustia y me roban la paz. Quiero aprender a disfrutar de todo lo que me has ofrecido en esta vida, vivir cada momento con alegría e intensidad. Ayúdame a cambiar mis tristezas y frustraciones alegrías y oportunidades. Confío en tu promesa fiel, confío en tu Palabra que me conforta. Quiero que también a mí me digas esas palabras de esperanzas que le pronunciaste a Josué “No tengas miedo ni te desanimes, porque Yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas.”. Así sea mi Señor.

16,20-23a


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