Social Icons

martes, 10 de mayo de 2016

Evangelio según San Juan 17,1-11

Jesús reza por los suyos: En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo dijo: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique, y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado. La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado. Yo te he glorificado sobre la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame en ti con la gloria que tenía, antes de que el mundo existiera.He manifestado tu nombre a los hombres que tú tomaste del mundo y me diste. Eran tuyos y tú me los diste. Ellos han cumplido tu palabra y ahora conocen que todo lo que me has dado viene de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste; ellos las han recibido y ahora reconocen que salí de ti y creen que tú me has enviado. Te pido por ellos; no te pido por el mundo, sino por éstos, que Tú me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío. Yo he sido glorificado en ellos. Ya no estaré más en el mundo, pues voy a ti; pero ellos se quedan en el mundo.” Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

Jesús, habla con el Padre, en este discurso, y dice: “Te ruego por ellos”. Por lo tanto, Jesús ruega por nosotros. Un hecho que podría parecer un poco extraño, porque nosotros pensamos que es justo rezar a Jesús y Jesús nos da la gracia. Pero Jesús reza por nosotros. Jesús que ora, Jesús el hombre-Dios que reza. Y reza por nosotros: ruega por mí, ruega por ti y por cada uno de nosotros.
En realidad, Jesús ya lo había dicho claramente a Pedro, asegurándole que rezaba para que su fe no decaiga. En este discurso de despedida, Jesús ruega por todos los discípulos que vendrán y que creerán en Él. No ruega por el mundo, sino que ruega por ellos, diciendo al Padre que su oración es por estos que tú me diste, porque son tuyos. Así, Jesús nos recuerda que todos nosotros somos del Padre y Él ruega por nosotros ante el Padre.
San Pablo, en el capítulo octavo de la Carta a los romanos nos dice que es una oración de intercesión. De este modo, hoy, mientras nosotros rezamos aquí, Jesús ruega por nosotros, ruega por su Iglesia. Y «el apóstol Juan nos tranquiliza diciendo que, cuando pecamos, sabemos que tenemos un abogado ante el Padre: alguien que ruega por nosotros, nos defiende ante el Padre, nos justifica.
Es importante pensar mucho en esta verdad, en esta realidad: en este momento Jesús está orando por mí. Yo puedo seguir adelante en la vida porque tengo un abogado que me defiende. Si soy culpable, si tengo muchos pecados, Jesús es un buen abogado defensor y hablará al Padre de mí. Y precisamente para destacar que Él es el primer abogado, nos dice: Os enviaré otro paráclito, otro abogado. Pero Él es el primero. Y ruega por mí, en la oración de intercesión que hoy después de la Ascensión al cielo Jesús hace por cada uno de nosotros. Del mismo modo como cuando nosotros en la parroquia, en casa, en la familia tenemos algunas necesidades, algunos problemas, decimos «reza por mí», lo mismo debemos decir a Jesús: “Señor Jesús, ruega por mí”
¿Y cómo ruega hoy Jesús?: amando. Pero hay una cosa que Jesús hace hoy, estoy seguro que lo hace: muestra al Padre sus llagas. Y Jesús con sus llagas ruega por nosotros. Como si dijese: «Padre, este es el precio. Ayúdales, protégelos, son tus hijos a quienes yo he salvado». (Homilía en Santa Marta, 03 de Junio de 2014)

Diálogo con Jesús

Jesús mío, sé que en mi vida no obtendré mayor éxito que el unirme a Ti, en continua oración. Te doy gracias por infundirme valor para ser valiente y audaz en los momentos más difíciles Caminas de mi lado, acompañándome en las batallas de la vida cotidiana. Yo no me canso de orarte, de pedirte, de amarte, y muchas veces no me doy cuenta que Tú también rezas por mí ante el Padre, para que no me deje avasallar por las cosas de este mundo. Eres mi modelo para ser perseverante en la oración. Quiero aprender a orar contigo y por Ti a diario. Tú siempre buscabas momentos de soledad para retirarte a hablar con el Padre y relacionarte en una intimidad profunda a Él. Enséñame, Señor mío, a retirarme de los ruidos de este mundo, a construir la paz en mi corazón, brindándote mi tiempo y mi compañía en la oración, ese ese momento privilegiado en el que Tú me iluminas para ir progresando en mi camino hacia la vida eterna. Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario