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lunes, 9 de mayo de 2016

Evangelio según San Juan 16,29-33

Jesús ha vencido al mundo: En aquel tiempo, los discípulos le dijeron a Jesús: “Ahora sí nos estás hablando claro y no en parábolas. Ahora sí estamos convencidos de que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por eso creemos que has venido de Dios.” Les contestó Jesús: “¿De veras creen? Pues miren que viene la hora, más aún, ya llegó, en que se van a dispersar cada cual por su lado y me dejarán sólo. Sin embargo, no estaré solo, porque el Padre está conmigo. Les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo.””Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

Una cosa que nos ayudaría mucho sería preguntarnos: ¿Cómo está mi fe? ¿Creo o no creo? ¿O creo un poco sí y un poco no? ¿Soy un poco mundano y un poco creyente?. Cuando recitamos el Credo, ¿lo hacemos sólo de «palabras»? ¿Somos conscientes de que sin fe no se puede seguir adelante, no se puede defender la salvación de Jesús?.
Jesús no pregunta al muchacho ciego que curó: «¿Estás contento? ¿Eres feliz? ¿Viste que soy bueno?», sino más bien le dijo: ¿Crees en el Hijo del hombre? ¿Tienes fe?. Y es la misma pregunta que dirige a nosotros todos los días. Una pregunta ineludible porque si nuestra fe es débil, el diablo nos vencerá.
El escudo de la fe no sólo nos defiende, sino también nos da vida. Y con esto, dice Pablo, podremos apagar todas las flechas llameantes del maligno. El diablo, en efecto, no nos arroja flores sino flechas llameantes, venenosas, para matar.
La armadura del cristiano está compuesta también por el casco de la salvación, por la espada del Espíritu y por la oración. Lo recuerda san Pablo: «orad en toda ocasión». «Orad, orad». No se puede, en efecto, llevar adelante una vida cristiana sin la vigilancia.
Por eso la vida cristiana puede considerarse una milicia. Pero es una lucha bellísima, porque nos da esa alegría de que el Señor ha vencido en nosotros, con su gratuidad de salvación. Sin embargo, concluyó, todos somos un poco perezosos y nos dejamos llevar por las pasiones, por algunas tentaciones. Pero aunque somos pecadores no debemos desalentarnos, porque el Señor está con nosotros, quien nos ha dado todo y nos hará vencer también este pequeño paso de hoy, nuestra batalla cotidiana, con la gracia de la fuerza, de la valentía, de la oración, de la vigilancia y la alegría (Homilía en Santa Marta, 30 de octubre de 2014)

Diálogo con Jesús

Jesús mío, todos los días me despierto sediento de tu amor y de tu misericordia. Sabes que necesito de tu presencia viva en mis cotidianidades y que intervengas en todos los asuntos en los que estoy involucrado. Necesito de tu sanación y de tu perdón. Sé que no me abandonas, aunque vuelva a cometer los errores una y otra vez, allí estás Tú, para consolarme y darme ánimos. Quiero creer ciegamente en tu palabra y ser obediente a ella, porque con ella Tú venciste al mundo. Te suplico que vengas a mi vida y abras caminos de esperanza y de bendición para mí. Necesito de la guía de tu Espíritu Santo para poder corresponder con amor a todas tus obras. Necesito de tu fuerza y de tu amor para tener paz en medio de las tribulaciones. Sólo contigo puede tener el valor necesario para enfrentar esas situaciones difíciles. Sin Ti, sé que me desplomaría en un instante. Eres mi pedestal, mi roca fuerte. Te amo, confío en que en este momento estás derramando bendiciones sobre mí y sobre todos los que amo. Amén

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