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jueves, 14 de abril de 2016

Evangelio según San Juan 6,44-51

Jesús, pan vivo bajado del Cielo: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

San Juan narra en su evangelio el discurso sobre el pan de vida, impartido por Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, cuando afirmó: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo». Jesús dice que no vino a este mundo para dar algo, sino para darse a sí mismo, para dar su vida como alimento para los que tienen fe en Él. Esta comunión con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia, de nuestros comportamientos, pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne.
Cada vez que participamos en la santa misa y nos nutrimos con el Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del Espíritu Santo obra en nosotros, plasma nuestro corazón, nos comunica actitudes internas que se traducen en comportamientos conformes al Evangelio.
En primer lugar, la docilidad a la Palabra de Dios, después la fraternidad entre nosotros, el coraje del testimonio cristiano, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los que no la tienen, de acoger a los excluidos. De este modo, la Eucaristía hace que madure en nosotros un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, recibida con el corazón abierto… nos transforma, nos hace capaces de amar, no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios :sin medida´´. Y entonces llegamos a ser capaces de amar incluso a los que no nos aman, y esto no es fácil … Porque si sabemos que una persona no nos quiere, también nosotros nos sentimos llevados a no quererla. ¡Pues no!. ¡Tenemos que amar incluso a los que no nos aman! Oponernos al mal con el bien, perdonar, compartir, acoger a los demás.
Gracias a Jesús y su Espíritu, también nuestra vida se convierte en “pan partido” para nuestros hermanos. ¡Y viviendo así, descubrimos la verdadera alegría! La alegría de hacerse don, de devolver el gran don que nos dieron por primera vez, sin mérito de parte nuestra.
Les invito a recordar dos cosas:
  1. La medida del amor de Dios es amar sin medida,
  2. Nuestra vida, con el amor de Jesús, recibiendo la Eucaristía, se hace don.
(Homilía en la Fiesta del Corpus Christi, 22 de Junio de 2014)

Diálogo con Jesús

Amado Jesús mío, Tú siempre estás allí, atento y pronto a escuchar mis palabras, atiendes mis súplicas y necesidades porque quieres lo mejor para mí. Confío en tu poder, en que eres Pan de vida eterna y que te donas como alimento para nuestras débiles almas. Eres el Pan vivo bajado del cielo que nos salva con tu entrega generosa sin nosotros merecerlo. Señor, yo creo, pero aumenta mi fe. Tal vez mi boca pueda engañarme y hacerme sentir que sólo es un trozo de pan el que mastico, pero la Fe en Ti y tu promesa de amor me hacen ver con los ojos del alma que eres Tú el que allí habitas y haces estremecer mi espíritu renovando toda esperanza de vida. ¡No es un acto de magia!, eres un Dios vivo que te haces presente en tu extrema bondad. ¡Pero que mayor muestra de amor lo que has hecho!, te conviertes en el alimento espiritual reparador de todas nuestras fuerzas agotadas por las heridas que nos han dejado nuestros propios pecados. Reconozco mi debilidad, y al mismo tiempo reconozco tu grandeza en las Sagradas especies eucarísticas que me hacen sentir amado y renovado cada vez que las consumo. ¿Dónde podría estar más a gusto sino disfrutando del manjar glorioso que me lleva a conocer un pedacito de las maravillas de tu reino? Dame de tu fortaleza, Jesús mío, para poder despreciar definitivamente todas aquellas formas mundanas que me llevan a separar mi alma de Ti, de tu gracia, de tu donación de amor eterna. Amén

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