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miércoles, 13 de abril de 2016

Evangelio según San Juan 6,35-40

La voluntad del Padre: “Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna” Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

La obediencia a la voluntad de Dios es la senda de Jesús, que comienza con esto: “Vengo para hacer la voluntad de Dios”. Y es también el camino de la santidad, del cristiano, porque fue precisamente el camino de nuestra justificación: que Dios, el proyecto de Dios, se realice, que la salvación de Dios se realice. Al contrario de lo que sucedió en el Paraíso terrestre con la no-obediencia de Adán: la desobediencia, que trajo el mal a toda la humanidad.
En efecto, también los pecados son actos de no obedecer a Dios, de no hacer la voluntad de Dios. En cambio, el Señor nos enseña que este es el camino, no existe otro. Un camino que comienza con Jesús, en el cielo, en la voluntad de obedecer al Padre, y en la tierra comienza con la Virgen, en el momento en que ella dice al ángel: «Que se cumpla en mí lo que tú dices (cf. Lc 1, 38), es decir, que se cumpla la voluntad de Dios. Y con ese «sí» a Dios, el Señor comenzó su itinerario entre nosotros.
Sin embargo, ni siquiera para Jesús fue fácil. «El diablo, en el desierto, en las tentaciones, le hizo ver otros caminos», pero no se trataba de la voluntad del Padre y Él lo rechazó. Lo mismo sucedió cuando a Jesús no lo comprendieron y lo abandonaron; muchos discípulos se marcharon porque no entendían cómo es la voluntad del Padre, mientras que Jesús sigue cumpliendo esta voluntad. Una fidelidad que vuelve también en las palabras: «Padre, que se cumpla tu voluntad», pronunciadas antes del juicio, la noche que rezaba en el huerto pidió a Dios que aleje este cáliz, esta cruz. Jesús sufre, sufre mucho. Pero dice: que se cumpla tu voluntad.
[…] Ante todo pedir la gracia, rezar y pedir la gracia de querer hacer la voluntad de Dios. Esto es una gracia. Sucesivamente hay que preguntarse también: «¿Pido que el Señor me done el querer hacer su voluntad? ¿O busco componendas, porque tengo miedo de la voluntad de Dios?». Además, hay que rezar para conocer la voluntad de Dios para mí y para mi vida, acerca de la decisión que debo tomar ahora, sobre la forma de gestionar las situaciones.
Que el Señor nos dé la gracia a todos para que un día pueda decir de nosotros lo que dijo de ese grupo, de esa multitud que lo seguía, los que estaban sentados a su alrededor: “He aquí a mi madre y a mis hermanos. Porque quien cumple la voluntad de Dios, ese es para mí hermano, hermana y madre”. Hacer la voluntad de Dios nos hace formar parte de la familia de Jesús, nos hace madre, padre, hermana, hermano. (Homilía en Santa Marta, 27 de enero de 2015)

Diálogo con Jesús

Mi Jesús, Dios de mi vida, quiero encomendarte todas mis acciones, ideas y todo lo que llevo en mi corazón. Deseo cumplir siempre todos mis compromisos con una actitud humilde y responsable. Acudo a ti en este momento para que me capacites la mente, cuerpo y espíritu, y así saber enfrentar, en serenidad y humildad, toda circunstancia adversa se me presente. Te pido humildemente perdón por mis faltas, y al mismo tiempo te doy gracias por sé que me perdonas. Debo entender que cuánto más me acerco a Ti, mientras más cerca esté de tu luz, más saldrán en evidencia mis miserias y mis fealdades. Como lo dice San Juan de la Cruz: “Cuanto más subo a la montaña, a lo alto más veo y reconozco los valles más profundos”. Mi Señor, quiero ser humilde y verdadero, sobre todo en la oración, pues en ella me siento que hablo contigo como con un amigo que consuela, por eso no quisiera imponerte nada en ella ni ordenarte que cumplas mis peticiones. Quiero siempre poner por delante el «que se haga tu voluntad y no la mía”. Sé Tú el dueño de mi vida, hazme humilde en la oración, en mis acciones e ideas, en mi obrar y sobre todo en mis palabras para con los demás. Amén

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