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lunes, 11 de abril de 2016

Evangelio según San Juan 6,22-29

Trabajar por el alimento que dura para la vida eterna: “Después de la multiplicación de los panes, cuando Jesús dio de comer a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago. Al día siguiente, la multitud que estaba en la otra orilla del lago, se dio cuenta de que allí no había más que una barca y de que Jesús no se había embarcado con sus discípulos, sino que éstos habían partido solos. En eso llegaron otras barcas desde Tiberíades al lugar donde la multitud había comido el pan. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm para buscar a Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contestó: “yo les aseguro, que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna, y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello”. Ellos le dijeron: “Y, ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?” Respondió Jesús: “La obra de Dios consiste en que crean en aquel a quién Él ha enviado” Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

¿Seguimos al Señor por amor o para tener alguna ventaja?. Porque nosotros somos todos pecadores y siempre hay algo de interesado que debe ser purificado en el seguimiento de Jesús; y debemos trabajar interiormente para seguirlo por Él, por amor. Jesús alude a tres actitudes que no son buenas para seguirlo a Él o para buscar a Dios.
1.- La primera es la vanidad. En particular se refiere a aquellos notables, a aquellos dirigentes que dan la limosna o ayunan para hacerse ver. Estos dirigentes querían hacerse ver, a ellos les gustaba pavonearse ¡y se comportaban como verdaderos pavos! Eran así. Y Jesús dice: «No, no: esto no va. No va». La vanidad no hace bien. Y algunas veces, nosotros hacemos cosas tratando de hacernos ver un poco, buscando la vanidad. La vanidad es peligrosa, porque nos hace caer inmediatamente en el orgullo, la soberbia, y después todo termina ahí. Y me pregunto: Yo, ¿cómo sigo a Jesús? ¿Las cosas buenas que yo hago, las hago a escondidas, o me gusta hacerme ver?
2.- Buscar el poder. La otra cosa que Jesús reprocha a aquellos que lo siguen es el poder. Algunos siguen a Jesús, pero un poco, no del todo conscientemente, un poco inconscientemente. Porque buscan el poder, ¿no? El caso más claro es Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo, que pedían a Jesús la gracia de ser primer ministro y viceprimer ministro, cuando viniera el Reino. ¡Y en la Iglesia hay trepadores! ¡No vengas a la Iglesia a trepar! Y Jesús reprocha a estos trepadores que buscan el poder.
3.- Buscando el dinero. La tercera cosa que nos aleja de la rectitud de las intenciones es el dinero. Los que siguen a Jesús por dinero, con el dinero tratan de aprovecharse económicamente de la parroquia, de la diócesis, de la comunidad cristiana, del hospital, del colegio… Pensemos en la primera comunidad cristiana, que tuvo esta tentación: Simón, Ananías y Safira… Esta tentación estuvo desde el inicio, y hemos conocido a tantos buenos católicos, buenos cristianos, amigos, benefactores de la Iglesia, incluso con condecoraciones varias… ¡tantos! De quienes después se descubrió que hicieron negocios un poco oscuros: eran verdaderos especuladores, ¡y ganaron tanto dinero! Se presentaban como benefactores de la Iglesia pero recibían tanto dinero y no siempre era dinero limpio.
Pidamos al Señor la gracia que nos de al Espíritu Santo para ir detrás de Él con rectitud de intención: sólo por Él. Sin vanidad, sin deseos de poder y sin deseos de dinero (Homilía en Santa Marta, 05 de Mayo de 2014)

Diálogo con Jesús

Señor mío, necesito de tu fuerza que todo lo restaura, tu poder que sana y libera y conduce por nuevos caminos llenos de bendiciones. Tú conoces lo que hay en mi corazón: quiero amarte y servirte, no porque sea un mandato, sino porque lo acepto como una petición de amor respetuosa y lleno de gozo por hacer tu voluntad, la cual, con ella siempre me diriges y quieres lo mejor para mí. Tu palabra es como un río de agua viva, y de ella quiero que me enseñes a ser testigo fiel de ella, proclamándola, no sólo con mi boca, sino también con mis acciones, que me ayuden a actuar con humildad y servicio. Todo el que te ama debe guardar tus mandamientos. No puedo llamarme cristiano sino cumplo con tu forma de vivir, no puedo serlo si me olvido de lo que Tú has hecho por mí. Quiero seguir tus pasos, vivir lo que Tú mismo viviste, amar lo que Tú amas, despreciar el mal que te aleja de mí. Te amo, creo en tus mandamientos, que no son otra cosa que peticiones de amor que brotan de tu sagrado corazón. Amén

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