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jueves, 21 de abril de 2016

Evangelio según San Juan 13,16-20

“En aquel entonces, cuando Jesús le acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican. No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: «El que comparte mi pan se volvió contra mí». Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió”Palabra del Señor

Reflexión del Papa Francisco:

El amor, pues, es el servicio concreto que damos los unos a los otros. El amor no es sólo palabras, son obras y servicio; un servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido, como Jesús mismo ha dicho: «Que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha» (Mt 6,3). Esto implica poner a disposición los dones que el Espíritu Santo nos ha donado, para que la comunidad pueda crecer…
No olvidemos que lavando los pies a sus discípulos y pidiendo a ellos hacer lo mismo, Jesús nos ha invitado también a confesar mutuamente nuestras faltas y a rezar los unos por los otros para sabernos perdonar de corazón. En este sentido, recordemos las palabras del santo obispo Agustín cuando escribía: “No desprecie el cristiano de hacer lo mismo que hizo Cristo. Porque cuando el cuerpo se inclina hasta los pies del hermano, también en el corazón se enciende, y si ya estaba se alimenta, el sentimiento de humildad […] Perdonémonos mutuamente nuestras faltas y oremos juntos por nuestras culpas y así de este modo nos lavaremos los pies recíprocamente” (In Joh 58,4-5).
El amor, la caridad y el servicio, ayudar a los demás, servir a los otros. Hay tanta gente que pasa la vida así, en el servicio a los demás. La semana pasada he recibido una carta de una persona que me decía que me agradecía por el Año de la Misericordia; me pedía orar por ella, para que pudiera estar más cerca del Señor. La vida de esta persona era cuidar a la mamá y al hermano; la mamá en cama, anciana, lúcida pero no se podía mover y el hermano discapacitado, en una silla de ruedas. Esta persona, su vida, era servir, ayudar. ¡Y esto es amor! Cuando te olvidas de ti mismo y piensas en los demás: ¡esto es amor!
Con el lavatorio de los pies el Señor nos enseña a ser servidores, más siervos, como Él ha sido siervo por nosotros, por cada uno de nosotros. Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, ser misericordiosos como el Padre significa seguir a Jesús en el camino del servicio. Gracias. (Catequesis, Audiencia General, 12 de marzo de 2016)

Diálogo con Jesús

Amado Señor, gracias por tu compañía y tu amor sincero. Gracias por tu Palabra porque con ella llegas a mi conciencia y me haces reflexionar sobre el camino que debo seguir. En este día quiero pedirte que llenes mi corazón de una completa humildad, que sepa abajarse siempre, que no desee los halagos y siempre me considere el más pequeño. Ayúdame a librarme de esa vanidad que corrompe, a tener como norma siempre el amor y el servicio sin esperar el reconocimiento del otro. Arranca de mi corazón todo deseo de vanagloria que no me permite ver y comprender con claridad que la vida tiene sentido cuando somos útiles y serviciales con los demás. Oh Jesús, sólo Tú eres mi Maestro y a la vez mi amigo, sólo Tú tienes palabras de consuelo y de esperanza. Yo sólo soy un simple servidor, el hijo de tu esclava. Gracias por el amor que me das, eso me llena para seguir adelante. Confío en Ti y en tu poder. Amén

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