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miércoles, 13 de julio de 2016

Del Santo Evangelio según San Mateo 11,25-27

La revelación del Evangelio a los humildes: “En aquel tiempo, Jesús exclamó diciendo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
Este término “pequeños” indica a todas las personas que dependen de la ayuda de los demás, y en particular, a los niños. Más adelante Jesús dirá: “Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial” (Mt 18,10).
Por lo tanto, los niños son en sí mismos una riqueza para la humanidad y también para la Iglesia, porque nos llaman constantemente a la condición necesaria para entrar en el Reino de Dios: aquella de no considerarnos autosuficientes sino necesitados de ayuda, de amor, de perdón. ¡Y todos estamos necesitados de ayuda, de amor, de perdón! ¡Todos!
Los niños nos recuerdan otra cosa bella; nos recuerdan que somos siempre hijos. Incluso si uno se convierte en adulto o anciano, aún si se convierte en padre, si se ocupa un lugar de responsabilidad, por debajo de todo esto permanece la identidad de hijo.
Todos somos hijos. Y eso nos vuelve a llevar siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado nosotros, sino que la hemos recibido…
[…] Hay tantos dones, tantas riquezas que los niños traen a la humanidad. Recordaré sólo algunos. Traen su modo de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en el papá y la mamá; y tiene una confianza espontánea en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, todavía no está contaminada por la malicia, por los dobleces, por las “costras” de la vida que endurecen el corazón…
Pero, los niños no son diplomáticos: dicen lo que sienten, dicen lo que ven, directamente…. Además, en su simplicidad interior, traen consigo la capacidad de dar y recibir ternura. Ternura es tener un corazón “de carne” y no “de piedra”, como dice la Biblia (cf. Ez 36, 26). También tienen la capacidad de sonreír y de llorar. Algunos cuando los tomo para besarlos, sonríen. Otros, me ven de blanco, creen que soy el médico y que vengo a hacerles la inyección, ¡y lloran! ¡Espontáneamente! ¡Los niños son así!
[…] Tenemos que preguntarnos nosotros mismos: ¿yo sonrío espontáneamente, con frescura, con amor? ¿O nuestra sonrisa es artificial? ¿Yo todavía lloro? ¿O he perdido la capacidad de llorar? Dos preguntas muy humanas que nos enseñan los niños.
Por todas estas razones, Jesús invita a sus discípulos a “ser como los niños”, porque «el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos» (cf. Mt 18, 3; Mc 10, 14). (Catequesis, Audiencia General, 18 de marzo de 2015)
Diálogo con Jesús
Señor mío, quiero estar abierto siempre a tu Palabra de forma sencilla, porque en la sencillez puedo apreciar todas las bondades y tus gracias que estás dispuesto a regalarme. No es nada fácil cumplir esto cuando el mundo me ofrece cosas contrarias, tener muchas cosas, sobresalir de los demás, ser el más inteligente, llegar a tener un buen puesto en el trabajo, el éxito y los aplausos de los otros. ¿Cómo podré mantenerme sencillo? ¡Tu gracia me basta!, porque Tú has dicho que “tu poder se manifiesta en la debilidad”, los humildes y sencillos atrapan tu atención; por ello, hoy te pido que me otorgues un corazón manso y humilde. Ayúdame a superar todas las dificultades que tengo y limpia mi alma de emociones negativas de manera que todas mis accione sean dirigidas por tu gracia, por tu poder e inteligencia y por tu amor. Quiero descubrirte en lo más simple y que pueda alcanzar la alegría en aquello que no se ve muy ostentoso. Abro los ojos de mi sencillez para sentirte en todo lo cotidiano que vivo. Si quiero permanecer en tu rebaño, debo incluir la sencillez, la honradez y la bondad en mi vida. Quiero contarme entre los que se fían plenamente de Ti. Ayúdame a confiar en Ti como confía un niño, como se entrega y ama un niño en tus brazos protectores que resguardan y consuelan. Me propongo dejar de vivir para mí, salir de mi egoísmo y ser generoso en todo lo que hago. Con tu amor y tu inspiración, todo lo podré. Amén
Propósito para hoy:
Desde hoy planificaré mi próxima confesión y la prepararé con un buen examen de conciencia.
Reflexionemos juntos esta frase:
“La Iglesia invita a todos a acogerse al amparo de la ternura y el perdón del Padre”. (Papa Francisco)

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