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viernes, 27 de mayo de 2016

Ser coherente entre lo que se cree y lo que se vive ayuda a acercar a Jesús a la gente

Evangelio según San Marcos 10,46-52

Dura invitación a la conversión: En aquel tiempo, cuando Jesús, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, salieron de Jericó, el hijo de Timeo (Bartimeo, un mendigo ciego) estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten piedad de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces llamaron al ciego y le dijeron: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él le respondió: “Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino”. Palabra del Señor.

Reflexión del Papa Francisco

San Marcos en su Evangelio dice que muchos reprendieron a Bartimeo para hacerlo callar, diciéndole que no gritase y que dejase al maestro tranquilo… También los discípulos trataron de hacer callar a Bartimeo porque el maestro estaba con ellos, era para ellos, no era para todos. Actuando así esta gente aleja a Jesús de los que gritan, que tienen necesidad de la fe, que tienen necesidad de salvación.
Existe también, otro grupo, formado por los especuladores: eran religiosos, parece, pero Jesús los expulsó del templo porque hacían sus negocios allí, en la casa de Dios. Se trata de personas que no escuchan, no quieren escuchar el grito de ayuda, sino que prefieren hacer sus negocios y usan al pueblo de Dios, usan a la Iglesia, para hacer sus propios negocios. También estos especuladores alejan a la gente de Jesús y no permiten que las personas pidan ayuda.
Otro grupo que aleja a la gente de Jesús son los cristianos sólo de nombre, sin testimonio, que no dan testimonio de cristianos. Sí, son cristianos de nombre, cristianos de salón, cristianos de fiestas, pero su vida interior no es cristiana, es mundana. Y uno que se llama cristiano y vive como un mundano aleja a quienes piden ayuda a Jesús.
Y, también, están los rigoristas, aquellos a los que Jesús reprende porque cargan muchos pesos sobre los hombros de la gente. Y Jesús les dedica a ellos todo el capítulo 23 de san Mateo. Les dice ¡hipócritas, explotáis a la gente!. En efecto, en lugar de responder al grito que pide salvación alejan a la gente.
El primer grupo está formado por los que no escuchan. Del segundo, en cambio, forma parte mucha gente diversa, diferente que escucha la llamada, pero aleja de Jesús.
Y está también un tercer grupo, son los que ayudan a acercarse a Jesús y que dicen a Bartimeo: “Ánimo, levántate, te llama”. Es el grupo de los cristianos que son coherentes entre lo que creen y lo que viven y ayudan a acercarse a Jesús a la gente que grita pidiendo salvación, pidiendo la gracia, pidiendo la salud espiritual para su alma.
Les popongo un examen de conciencia que nos hará bien, a través de una serie de preguntas directas:
  • ¿En qué grupo estoy? ¿En el primero, entre los que escuchan los numerosos gritos que piden ayuda de salvación? ¿Me ocupo sólo de mi relación con Jesús, cerrada, egoísta?
  • ¿Pertenezco al segundo grupo, entre los que alejan a la gente de Jesús, por la falta de coherencia de vida, falta de testimonio, así como por estar muy apegados al dinero o por la rigidez?. ¿Alejo a la gente de Jesús?
  • ¿O pertenezco al tercer grupo, el de los que escuchan el grito de tantas personas y les ayudo a acercarse a Jesús?.
A estas preguntas, concluyó el Papa, «cada uno de nosotros puede responder en su corazón (Homilía en Santa Sabina, Roma. 28 de mayo de 2015)

Diálogo con Jesús

Señor, me reconozco ciego desde este momento porque muchas veces no me doy cuenta de tus actuaciones en mi vida y de todas las bendiciones con las que me has provisto. Ayúdame a reconocer bien esas cegueras que no me permiten ver con claridad tu deseo de amor en mi vida. Necesito del poder de tu Palabra y de tu amor, ese amor que me ilumina los caminos y desintegra cualquier vestigio de oscuridad. Me reconozco débil, limitado, inseguro, eso forma parte de mi fragilidad humana; pero contigo, puedo ser un vencedor, un luchador, Tú me has hecho un hijo del Dios altísimo y eso me invita a permanecer firme antes los retos de la vida. Ten compasión de mí, libera mi alma de la ceguera espiritual que no me permite amarte con todo mi corazón. Tú eres el Señor de todo, el Dios de la historia y de la vida, el que todo lo puede, todo lo sana, todo lo apacigua y todo lo ha dado por amor. Confío en el poder de laoración, en el poder de tu Palabra y de tu promesa: “llama y se te abrirá”, por eso, ruego a tu compasión con insistencia para que tu Gracia y tu Amor vengan a mí y hagan conmigo lo que Tú mejor quieras para mi vida. Amén

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