Social Icons

martes, 17 de mayo de 2016

¡Sabiduría y temor de Dios!

Hemos cumplido el deber democrático, ejerciendo conscientemente, el derecho al voto; ahora tenemos unos resultados y comenzamos otra etapa. Invocamos la presencia del Espíritu Santo con sus siete dones, renovados este domingo de Pentecostés, especialmente el don de la Sabiduría y el Temor de Dios.
    
Algunos piensan que la sabiduría tiene que ver con la inteligencia y la cultura, sin embargo, ser sabios trasciende esos parámetros humanos y nos lleva a la compresión de los acontecimientos y las realidades desde la mirada de Dios, al estilo de Salomón, el rey sabio de la Biblia, quien supo pedirle a Dios, no riquezas ni poder sino un corazón sabio para gobernar al pueblo. La sabiduría nos hace prudentes, nos ayuda a valorar la existencia y respetar la vida; además, nos dota del sentido moral y nos conduce por el camino del bien. La sabiduría es la característica del prudente y sensato en las decisiones individuales, en los negocios, en el trabajo y en la familia. Pidamos este don al Espíritu Santo, porque en el servicio de gobernar es tan útil como indispensable.
    
El Temor de Dios, que no es miedo, sino la convicción de que estamos bajo la presencia de Dios padre misericordioso. A él se le debe todo el honor y la gloria; por tal motivo cuando hacemos el bien y rechazamos el mal  por temor a Dios, estamos diciendo que nuestra conciencia sabe que lo mal hecho es destructivo. El Papa Francisco en la audiencia general del 11 de junio 2014 decía: “… el don del temor de Dios es también una «alarma» ante la obstinación en el pecado. Cuando una persona vive en el mal, cuando blasfema contra Dios, cuando explota a los demás, cuando los tiraniza, cuando vive sólo para el dinero, para la vanidad, o el poder, o el orgullo, entonces el santo temor de Dios nos pone en alerta: ¡atención! Con todo este poder, con todo este dinero, con todo tu orgullo, con toda tu vanidad, no serás feliz. Nadie puede llevar consigo al más allá ni el dinero, ni el poder, ni la vanidad, ni el orgullo.                     

¡Nada! Sólo podemos llevar el amor que Dios Padre nos da, las caricias de Dios, aceptadas y recibidas por nosotros con amor. Y podemos llevar lo que hemos hecho por los demás. Atención en no poner la esperanza en el dinero, en el orgullo, en el poder, en la vanidad, porque todo esto no puede prometernos nada bueno. Pienso, por ejemplo, en las personas que tienen responsabilidad sobre otros y se dejan corromper.        

 ¿Pensáis que una persona corrupta será feliz en el más allá? No, todo el fruto de su corrupción corrompió su corazón y será difícil ir al Señor. Pienso en quienes viven de la trata de personas y del trabajo esclavo.         

¿Pensáis que esta gente que trafica personas, que explota a las personas con el trabajo esclavo tiene en el corazón el amor de Dios? No, no tienen temor de Dios y no son felices.                    

 No lo son. Pienso en quienes fabrican armas para fomentar las guerras; pero pensad qué oficio es éste. Estoy seguro de que si hago ahora la pregunta: ¿cuántos de vosotros sois fabricantes de armas? Ninguno, ninguno. Estos fabricantes de armas no vienen a escuchar la Palabra de Dios. Estos fabrican la muerte, son mercaderes de muerte y producen mercancía de muerte. Que el temor de Dios les haga comprender que un día todo acaba y que deberán rendir cuentas a Dios”.
Hna. Alicia Galíndez

No hay comentarios:

Publicar un comentario