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viernes, 20 de mayo de 2016

El enojo y sus consecuencias

Felipe de Js. Colón
El enojo se denomina el sentimiento desagradable que experimentamos cuando nos sentimos contrariados o atropellados, por las palabras, las acciones o las actitudes de otros. La palabra, como tal, se deriva de la palabra “enojar, que proviene del latín vulgar “inodiare”, que significa “enfadar”.
    
Los estudiosos de la conducta humana, nos dicen que hay causas tanto internas como externas que provocan el enfado=disgusto=irritación=ira=cólera=fiereza=alteración, con una persona determinada. Las causas internas están relacionadas a problemas personales, frustraciones del pasado o del presente, recuerdos desagradables y traumáticos que cuando vuelven a la memoria despiertan sentimientos de enojos. Las causas externas están relacionadas a hechos vividos a nuestro alrededor. Puede ser un acto de injusticia, una falta de respeto, alguien que ha pretendido humillarnos en público o privado, un malentendido o un error en nuestras labores profesionales.
    
Vale la pena retomar lo expresado en la Biblia, en la carta de Santiago, cuando nos aconseja: “por eso amados hermanos míos, todos ustedes deben estar dispuestos a oír, pero ser lentos para hablar y para enojarse, porque quien se enoja no promueve la justicia de Dios (1,19-20).
    
El primer consejo que da el apóstol Santiago, es desarrollar la capacidad de escuchar, para poder interpretar sus palabras, gestos u omisión. Es probable que nos lastime el yo interior, en esa circunstancia hay que saber sobreponerse, pues dos personas enojadas, llena de  ira sin control,  pueden provocar incidentes lamentables. Se puede ganar la batalla en la discusión,  y perder el amigo o la pareja.
    
“Es de sabios dirigir tu coraje hacia los problemas y no hacia las personas, enfocar tu energía en respuestas y no en excusas” (William Arthur Ward).

Hay que aprender a manejar adecuadamente el sentimiento volcánico del enojo. A aprender a expresarlos y cambiar los pensamientos y conductas que lo mantienen o incrementan. Es bueno recordar que el enojo,  es un sentimiento; mientras que la agresión, es una conducta. 
    
El enojo puede ser expresado de manera constructiva o destructiva.
    
La primera, “la constructiva”: busca establecer límites claros, defender nuestra posición, expresar nuestro disgusto, y resolver los conflictos, dentro de un marco total de respeto,  sin amenazar la integridad y autoestima de las otras personas involucradas. Evitar las comparaciones y etiquetar con quien estoy disgustado. Puedo decirle: “Me molesta cuando dices…”, “no me gusta cuando haces…”; pero jamás digo: “Eres un vulgar irresponsable…egoísta… e imprudente…” Estas expresiones no suman sino que restan calidad al tema en conflicto. Expresemos nuestros sentimientos, deseos, y sobre todo estar dispuesto de escuchar a la otra persona, para buscar juntos una solución, o la manera de evitar que se repita la situación que nos molestó. 
    
La segunda, “la destructiva”: consiste en  atacar física o verbalmente a la persona con la que estamos enojados. No busca solución, solo se quiere dañar a la otra persona y desquitar nuestro coraje. El enojo destructivo se limita a criticar a la persona, avergonzarla delante de los demás. La ignoramos, negándole el saludo, o no resaltando su positiva intervención en el grupo de trabajo. Si intenta solucionar el problema, lo rechazamos, no la dejamos ni siquiera pedir disculpa. La actitud fría y distante empeora más el tema en conflicto.
    
Una postura que afecta el estado emocional,  es reprimir el enojo, nos sentimos lastimados, pero no lo canalizamos positivamente, incluso tratamos de negarlo. Las consecuencias de esa absurda represión del enojo, es que puede provocar molestias, como acidez, dolor de cabeza, cuello o espalda, etc., sentimientos de angustia o depresión. Poca capacidad para concentrarnos y pensamientos obsesivos.         Toda esta cascada de sentimientos reprimidos afecta nuestra conducta. Hagamos un ejercicio de autoeducación para conducir de manera positiva el sentimiento del enojo, y en algunos casos acudamos a un profesional de la conducta humana (Fuente: Diccionario, La Biblia, Psic. Silvia Russek).

Felipe de Js. Colón

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